Ni vicios ni
virtudes
favorecen al poema.
“Ellos llegaron y murieron
“Ellos llegaron y murieron
como lo hacen
cada año
sobre las
rocas”.
El poema
se nutre de
pensamientos, impulsos, sentimientos
respira por
sí mismo
una urgencia
espiritual que salta hacia la oscura escala.
Esta belleza es una
persistencia interna
hacia la
fuente
que lucha contra
(adentro) la prisa-riente del río
un llamado
que al oír contestamos
en el retraso del
mundo,
aullido
primordial
que del mundo joven
quizás haya salido,
No hay salmón en el
pozo donde
cae la
avellana
sino en las
cascadas, luchando, desarticulado,
venciendo a
ciegas.
Esta es una imagen clara
para la mente.
Un segundo: un alce
en una pintura de Stubbs[1],
donde los cuernos
más extravagantes del año pasado
yacen sobre la
tierra.
También al desolado,
cara de alce poema
le han
brotado nuevos cuernos
aterciopelados,
“un poco forzado,
un poco artificial”
su única belleza
será
que es todo
alce.
REFUGIO INFANTIL
Está sobre las ramas frágiles de un árbol
bajo el cielo
azul el
fuerte
silbido del viento rodeándome.
Soledad, una
soledad salvaje
se revela, con temor
escalo en lo alto
de incertidumbres
temblorosas,
parte ansiedad, parte retando a mi ser
parte para ver qué
vasto es el mundo, parte
para encontrarme a
mí mismo, mi secreto
sentido y mi oculto
lugar,
a donde retornan desde
lejos
todas la voces y
escenarios
-el ladrido de un
perro, incendios de otoño
llaman cerca,
llaman lejos- el niño que fui
me grita
aquí está el hombre
que ahora soy “¡Mira!
Yo he estado donde a
ti
te da más miedo
estar”.
UN LENGUAJE PEQUEÑITO
Conozco el lenguaje
pequeñito de mi gato, aunque Dante dice
que los animales no
requieren del habla y la naturaleza
abjura lo
superfluo. Mi gato habla fluido,
y cuando quiere,
conversa conmigo. Hablar
es natural. Yo he
escuchado el canto coral
de lobos y ballenas
en el aire y en el mar.
Ellos conocen la
armonía y tienen una elocuencia
que incita mi
corazón y mi cerebro -tocan el alma. Aquí
la religión de
Dante, que habría de hacer del hombre un ser único
ha condenado las
emanaciones de nuestras vidas
sólo a construir
hacia adentro nuestra energía vital.
Sólo en su
comunicación animal el hombre es verdadero,
inmediato, y
en su inmediatez
el hombre es todo
animal.
Sus sentidos se
aceleran ante la amplitud de una sinfonía,
antiguos
circuitos de animal encantan y alertan,
llamados y
elevaciones que devuelven la identidad.
Él escucha
voces claras en
medio
del concierto, el menor susurro
del trasfondo,
ensayando
nervioso
una nota que lo
pruebe. El mira el golpeteo
de un rojo
significante en medio de la masa encendida
con rabia salvaje y
captura el brillo
de una verde
camisa
que lo opaca en un
campo de hierba brillante
-y le habla-
y en el arco
espectral de los colores
le habla al
color.
El arcoíris
articula para él
una promesa que recuerda,
pero él imita
con los ruidos que hace
este discurso en
cada sensación
del mundo
que le rodea.