A LAS PUERTAS DE LA IRA
Manuel Apodaca
La
puerta es la que elige, no el hombre.
Llevo la puerta al hombro
y en mi pecho,
tatuada la llave que la abre.
¿Qué
puerta me ha elegido?
Ésta que
se abrió hace tiempo
no
conduce a la gloria, tan solo me revuelca
en un
limbo de cúmulos concéntricos.
El
viento me escupe en la cara
mi andar
errante por alambres tensos,
mi rabia
ante la humanidad enferma.
Gritan afuera
supremacistas blancos
agitando
banderas neonazis y confederadas.
Sus
bocas de odio dislocan la armonía.
Los
pájaros que empollaban en la plaza
huyeron
al ver sus antorchas
y cofias
picudas
criminando
al rocío. Charlottesville
Virginia
12
de agosto
2017
La
avalancha impotente irrumpe violenta
deseando
legitimar el racismo
con
fuerza y terror.
Cuerpos
martirizados lavan la afrenta
de los
que no hacemos nada.
El líder
desde el púlpito concilia mentiras.
II
Horas de
duelo rugosas y amargas.
Hélice
baldía
blandiendo
temores.
III
¿Qué
puertas de mazmorras y letrinas
eligieron
a esos hombres?
Sí, las
puertas siempre abiertas del odio
y la
ignorancia,
con su
halo rosado y glamoroso machismo.
Puertas
que emiten gemidos delirantes, histéricos.
Un canto
sin medida
renace
en puertas libres.
Sus alas pintadas con rocío del cielo
y carbón terrenal
lo conducen a un mundo
de
falsos patriotas y putas célebres.
Cantos
peregrinos
traen
polvo en los zapatos,
el
camino los hizo paisaje y leyenda.
Suben
hasta el cielo
y se
confunden con el viento.